miércoles, 11 de agosto de 2010

Sistema de transferencia de peces:

El sistema de transferencia opera mediante dos ascensores por donde los peces transitan aguas arriba en sus migraciones estacionarias. Está prevista la construcción de dos ascensores más en corto plazo. A muchas especies les es imprescindible para su reproducción trasladarse río arriba y allí realizar el desove. Los peces son atraídos por una corriente artificial contraria a su recorrido que imita la corriente natural del río hasta el ascensor. Una vez en él, son subidos para luego ser liberados del otro lado de la represa, esta transferencia se hace cada 15 minutos y transporta alrededor de 13 toneladas de peces por vez.




Desde hace años, pescadores paraguayos se apropian ilegalmente de la riqueza ictícola del Río Paraná. Y con su depredación, ponen en riesgo el ciclo de dorados, sábalos, surubíes y otras especies que crecen en la reserva de la represa de Yacyretá. Quien lo permite también es responsable del peligro que corre la reproducción de estos peces y del impacto ambiental que el ilícito trae aparejado en la región.

Todos los días, desde hace años, pescadores paraguayos pescan indiscriminadamente en una zona de reserva ictícola que, sobre el Río Paraná, comparten Argentina y Paraguay. Y lo hacen bajo el amparo de las Marina de su país, que permite la depredación que se practica en aguas que están bajo su jurisdicción. Con el ritmo que llevan, en poco tiempo, terminarán con la pesca del dorado, el surubí y otras especies de la zona.
Las consecuencias para la Argentina, en especial para la provincia de Corrientes, son graves. No sólo pierde el recurso turístico que es el que más ingresos genera en la localidad de Ituzaingó, sino que se agrava el daño ambiental.
La pesca furtiva de los paraguayos se concentra sobre el Río Paraná a lo largo del límite entre ese país y la provincia de Corrientes. Son más de 300 kilómetros de río compartido en donde la pesca debería controlarse por igual. Pero la depredación paraguaya es constante.
Los pescadores guaraníes invaden el río y por las noches capturan gran cantidad de ejemplares. Además están armados con machetes y escopetas. Muchas veces, cuentan los lugareños, hacen disparos al aire para intimidar a las patrullas de Prefectura que se acercan a la zona.
Así, la pesca ilegal no se interrumpe. Llenan las heladeras de sus botes con sus presas, que comercializan en la costa paraguaya, especialmente en Puerto Ayolas, la ciudad enfrentada a Ituzaingó, y de ahí las transportan a Brasil.
Mientras un dorado de 10 kilos tarda 10 años en desarrollarse, una sola embarcación llega a capturar entre 30 y 40 ejemplares por noche. La pregunta es: ¿cuánto tiempo de vida le queda a las especies de la región?
La depredación es observada tanto por las autoridades argentinas como por la Marina del lado paraguayo. Parece un dato irrelevante: en medio de las dos fuerzas responsables de custodiar la reserva ictícola, los pescadores paraguayos se mueven libremente. Y, aunque no lo hace, sólo Paraguay puede frenarlos porque el ilícito se comete en las aguas que están bajo su responsabilidad.
En 1997 los dos países crearon la reserva ictícola para asegurar la reproducción de los peces y compensar los daños ocasionados por la represa Yacyretá. El acuerdo nunca se cumplió. Incluso, la pesca ilegal se realiza en un lugar donde los peces no tienen escapatoria, ya que quedan atrapados al intentar sobrepasar el murallón de cemento para subir aguas arriba y culminar con su ciclo.
Es que en la represa hidroeléctrica Yacyretá deberían funcionar tres elevadores para facilitar el paso de los peces a través del murallón, pero sólo uno está habilitado y, en reiteradas oportunidades, falla.
Para evitar la depredación pesquera, la Dirección de Fauna Argentina tiene un reglamento muy preciso sobre las cantidades, pesos y medidas permitidas. Pero Paraguay desconoce las leyes.
La justificación de la que se valen apunta al desempleo que aqueja a todo el país y que, según ellos, obliga a sus habitantes a dedicarse a dos únicas actividades: contrabando o pesca ilegal. Además, argumentan, en este último caso, la falta de personal con la que cuentan contribuye a que los controles no se cumplan.
Sin embargo, en una recorrida por Puerto Ayolas, Telenoche Investiga comprobó que existe una importante industria pesquera que se abastece de la Reserva Natural que comparten Argentina y Paraguay, donde la pesca debería ser restringida. La Marina paraguaya no es ajena a esta práctica: pobladores de la zona aseguran que, mediante el pago de una coima a la Prefectura de su país, consiguen la licencia para pescar libremente.
Un guía de pesca guaraní, por ejemplo, cobra 180 dólares para llevar a los turistas a pescar a la zona de Reserva. Y ese precio incluye, incluso, la "transa" con las autoridades.
La coima es la clave para poder pescar sin ningún control. Y lo que debe ser una reserva, se transforma en una zona liberada que se defiende a punta de pistola. La violencia va en aumento, y también el peligro de especies únicas como el dorado, el sábalo, el pacú y otras riquezas ictícolas del Paraná.
















Mapa de Yacyretá









Vista aérea de
la Central

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